The pact (Nicholas McArthy, 2012) es la enésima
incursión en el sub género de fantasmas y apariciones que tanto abundan estos
días. Un tipo de películas que gozan de gran popularidad al abarcar en su
concepto a un amplio espectro del público debido a la ausencia de elementos
gore (en muchos casos) y tratar un tema (la vida después de la muerte) que por
lo general interesa a gran parte de la audiencia a la que van destinadas.
En esta
ocasión, aun conteniendo alguna idea aislada interesante, el resultado final se
salda con una nueva caída en los lugares comunes transitados mil veces durante
las últimas décadas, cayendo en muchos momentos en el cuasi plagio, en este
caso de la brillante novela escrita por el difunto Richard Matheson, A stir of echoes, 1958; adaptada con
notables resultados por David Koepp
en 1999 en "El último escalón" (Stir
of echoes). A pesar de que el planteamiento parece sugerir algo diferente,
cuando la historia se desarrolla acaba recordando demasiado al original de
Matheson.
La principal
virtud de la película aparece de vez en cuando a lo largo del metraje. Se trata
básicamente de los momentos que rodean al asesino y su manera de moverse por la
casa donde transcurre gran parte de la acción (tampoco del todo original ya que
fue usada por Pupi Avati en la muy
reivindicable Il nascondiglio, 2007).
McArthy, a través de una, a ratos, estilizada y pausada dirección y un efectivo
uso del espacio, nos sitúa en una casa donde la inseguridad es constante y la
intimidad violada. Por desgracia es prácticamente lo único de interés que
podemos encontrar en el largometraje. Una vez la historia arranca, el director
parece creer que los absurdos giros de guión serán mas que suficientes para
mantener el interés del espectador y estos se convertirán en una constante
hasta el final, abandonado la senda que había emprendido al inicio.
En este guión,
tramposo y gratuito, reside el gran problema de la película. A partir de cierto
momento las preguntas empiezan a acumularse y las respuestas se dan con
demasiada rapidez y sin ningún tipo de lógica. La subtrama del pasado del psicópata
carece de sentido; ya que, resumiendo rápidamente la historia, la madre de la
protagonista no duda en ningún momento en arriesgar la vida de su familia
debido a cierto compromiso familiar. El episodio de la médium está resuelto de
manera tópica y absurda, y no es eso lo peor, ya que tras su primer contacto
con el fantasma este personaje desaparece durante un buen rato por el simple
hecho de intentar estirar el suspense un poco mas, siendo su regreso
anticlimático y perjudicial para la historia. Solo desplazando su escena unos
minutos antes en el montaje se hubiese salvado este escollo.
Por último y
quizás lo más incoherente, el fantasma utiliza sus poderes para torturar a la
protagonista con el fin de que esta le ayude en su particular venganza. ¿Por
qué no los usa directamente contra su asesino?
Todas estas
decisiones no son seguramente aleatorias y se han tomado para impactar al
espectador lo mas posible durante el metraje; pero sin guardarle ningún tipo de
respeto y ni siquiera tratando de adornar estas trampas e incongruencias de una
manera elegante.
El apartado
interpretativo no destaca especialmente, solo la agradecida presencia de Casper Van Dien tratando de de levantar
como puede su simpático y amable, a la vez que inepto, policía, destaca en este
aspecto; en el fondo no es más que otro personaje de relleno para alargar una
historia que no debió haber trascendido su condición de corto para el que fue
concebida (The pact, Nicholas McArthy,
2011).
Alex Turol