Hola amigos/as, hoy traigo a El Terror
Tiene Forma un portal literario que se
dedica a analizar las novedades más interesantes publicadas en nuestro país de
todos los géneros, por lo que el terror y la ciencia ficción también tienen su
hueco. La web es muy interesante y recomiendo encarecidamente que la visitéis (www.melibro.com),
paralelamente también han tenido el detalle de pasarme una reseña escrita por Elisa Arnal dedicada
a Lovecraft y su relato 'La llamada de
Cthulhu'. Os dejo con ella ya que me parece una excelente reseña y una
buena manera de iniciar un trabajoso lunes.
Pequeña en forma,
pero enorme en contenido, pocas veces un mero cuento ha
conseguido crear un legado propio tan vasto y tan enraizado en la imaginería
colectiva que todavía perdura hasta nuestros días. Aunque en este relato es la
única vez en que se nombra y se describe a Cthulhu,
paradójicamente se ha convertido en una de las criaturas-dios más populares en
la cultura actual. Y es que la mitología lovecraftiana del horror
ha traspasado los límites del mundo literario encontrando seguidores en la
música, las sociedades literarias, el ocultismo, la pintura, el cómic, el cine,
los videojuegos…
¿Y
qué puede aportar al mito una simple mortal como yo? ¿Qué
puedo añadir a todo cuanto se ha estudiado y dicho sobre esta singular obra?
Simplemente que debe formar parte de la biblioteca imprescindible de todo aquel
que ame la literatura y aquel que todavía no la ha leído, tiene una nueva
oportunidad gracias a la cuidada reedición de la editorialAlpha Decay;
y a la maravillosa traducción (e inestimable prólogo) de Javier Calvo.
Además, incluyen una pequeña joya: el relato “Nyarlathotep”.
Los
críticos más acérrimos de nunca llegarían a imaginar cuánto calarían sus
historias no sólo en los amantes del terror sino que se convertirían en todo un
fenómeno cultural que sigue vigente casi cien años después. Su impronta
más allá del tiempo no sólo se debe atribuir a la portentosa imaginación y a la
angustiosa y enfermiza vida que había sufrido el propio H. P. Lovecraft,
sino también a una serie de personalidades afines a él, que pasarían a
conocerse como El círculo Lovecraft (formado por escritores como Clark
Ashton Smith, Robert E. Howard, Frank Belknap Long, Robert
Bloch, August Derleth, Ramsey Campbell…), y que contribuirían al nacimiento de
los llamados “Mitos de Cthulhu”: relatos y novelas basados en
la idea de la existencia de horrendas criaturas primigenias de mundos paralelos
que desearían volver a conquistar la Tierra.
Sería
muy superficial clasificar La llamada de Cthulhu como un género
menor, por formar parte de la narrativa pulp que se publicaba entonces
en las revistas de serie B, como “Weird Tales”; realmente es una obra
muy compleja que se aleja de los estereotipos pulps y que se acerca
más a la tradición del cuento de miedo anglosajón. A principios del siglo
veinte, el cuento de miedo sufre una gran transformación: ya no asusta el
fantasma romántico de cadenas, castillos medievales, oscuridad… Los gustos han
cambiado: es el tiempo de Marx, de Freud. La
crisis del racionalismo filosófico hace que crezca el interés por lo
irracional y por los mundos oníricos, los ritos ancestrales y cultos salvajes
de Egipto, de la América precolombina, la magia druida, la mitología de hadas y
ninfas… Los terrores más antiguos de la Humanidad resucitan convertidos en arte
nuevo. Uno de los adelantados predecesores de Lovecraft fue Arthur Machen, que retomó antiguos mitos e historias tradicionales galesas y los mudó en un folclore siniestro en el que el inconsciente del ser humano es un reflejo de su alma y de sus terrores más ocultos.
Lovecraft, que siempre fue ateo, nunca intentó dotar a sus historias de la moralista dicotomía entre el Bien y el Mal; su principal propósito fue admitir que el hombre no tiene ningún valor en la inmensidad del Cosmos, y por ello merece, en cuanto a especie, ser exterminado por otros seres más avanzados que ya vivieron antes en la Tierra. Otra idea fundamental es que el caos es el estado natural y que el horror conduce a la locura, y ésta se representa a través de la lectura del Necronomicón, grimorio que contiene todas las invocaciones a estas criaturas sobrenaturales para despertarlas de su letargo para que se apoderen del mundo otra vez. A Cthulhu se dedica el salmo: «Ph’nglui mglw’nafh Cthulhu R’lyeh wgah’nagl fhtagn», que aproximadamente quiere decir: «En la ciudad de R’lyeh, el difunto Cthulhu, reposa soñando». Y los que hemos escuchado su poderosa llamada, esperamos fervientemente que los Primigenios y la ciudad hundida de R’lyeh emerjan algún día, cuando las «estrellas se alineen».
Lovecraft, que siempre fue ateo, nunca intentó dotar a sus historias de la moralista dicotomía entre el Bien y el Mal; su principal propósito fue admitir que el hombre no tiene ningún valor en la inmensidad del Cosmos, y por ello merece, en cuanto a especie, ser exterminado por otros seres más avanzados que ya vivieron antes en la Tierra. Otra idea fundamental es que el caos es el estado natural y que el horror conduce a la locura, y ésta se representa a través de la lectura del Necronomicón, grimorio que contiene todas las invocaciones a estas criaturas sobrenaturales para despertarlas de su letargo para que se apoderen del mundo otra vez. A Cthulhu se dedica el salmo: «Ph’nglui mglw’nafh Cthulhu R’lyeh wgah’nagl fhtagn», que aproximadamente quiere decir: «En la ciudad de R’lyeh, el difunto Cthulhu, reposa soñando». Y los que hemos escuchado su poderosa llamada, esperamos fervientemente que los Primigenios y la ciudad hundida de R’lyeh emerjan algún día, cuando las «estrellas se alineen».